[Ejercicios a-surrealistas de Hoen Santiago Santillán para Luis Alberto García López. 2do ejercicio. 24/10/09. 01:45 horas.]
No, cariño, no. Este es un exceso de sueño, así que te estoy soñando, te estoy creando. Tus labios no tienen forma, mis labios besándolos se la dan, se la dejaron. Tú no naces sino hasta que mi pupila se abre: de mis ojos naces, y ahora que los cierro soy represa de tu cuerpo, tu cuerpo que quiero para ti, para mí. Este vacío que se forma entre mis brazos eres tú también, porque quiero que lo seas, porque cierro los ojos y te libero a mis brazos para que te abracen: ocupes un sitio junto a mi tú, tú que estás dormido también soñándome. Así que nos soñamos, y algo parecido ocurre entre tus muros, sólo que ahí no ocupamos sillas.
Ya no siento la lengua. Los labios parecen ser cortados por el viento que entra. Es un papel de arroz plegado contra mi piel, es una mascara, es el cigarro diciéndome que me quede con sed: de ti, así que la alimento de besar al aire que me reseca aun más la boca. Aun lo interno del labio, aun lo externo que pretenden retener de mí tus abrazos y es también el vodka, estoy seguro de ello, el vodka y los diez cigarros y las letras, los pasos, las líneas que antes estaban mojadas de tus labios. Pero les dejaste ahí huellas, tus laberintos trazados contra piel y es la misma que sueñan, porque uno sueña con todo el cuerpo, así que estamos soñando, llevamos meses soñándonos.
Los matices transcurren todo el tiempo así que nos colorean de paso, y nos forman cuerpos, otros cuerpos, difusos y que se nos desprenden de los gestos esa facción de reposo tranquilo y fatigado que me acaricias del rostro, a lo lejos; desde el viento que te emana, viaja, se une a otros vientos y finalmente me abraza. Su abrazo me vacía de sueños, te los lleva a ti para que también los sueñes. La noche enmudece de sonidos, enmudece al cuerpo que cede a la puerta, tropezara con mi tobillo tomándole para evitar el fallo. El mundo esta dormido, las sensaciones calladas te acarician, amor, y a mí en su paso por tu cuerpo me dan un cuerpo.
Claro que me acuerdo de nuestro primer beso, si no hemos acabado de besarlo. No sueño tus sueños porque ese aire me lo bebo, de que es tuyo y no quiero que me corra el brazo por su cuello, me desprenda de está intimidad que estamos entregándonos y nos despintamos en un nuevo color. Un color distinto que se me desase, para entregarse a la oscuridad en que pueda permanecer oculto, nuestro. Corre a abrazarme cuando me siente sólo el tacto para abarcarme. No le escucho, porque intento evocar tu voz, y le doy forma, y eres su voz preguntándose “¿Por qué se durmió ahí?”. Me acomoda sobre el cobertor y alguien más —podrías ser tú— me dice que va por huevo fresco, así que pienso que podríamos desayunar omelette con queso, perejil y pimienta. Pero mis labios están ocupados en los tuyos, aun fuera de mí, en otro lado que no es el mío o pertenece a las llanuras de mi cuerpo y por eso no lo dice, eso y que está más ocupado queriendo soñar, queriendo dormir.
Decido que te quiero soñar y te sueño. Sigo los pasos que mis labios corren hasta ti y estoy contigo. Mí cuerpo de sueño te da uno también, nos encontramos de paso a los tuyos y nos sonrojamos, todos juntos, nos hacemos del amor una piel. Ésta otra piel sensible que se oprime desde el pecho, y sé que es el abuelo cobijándome porque eres tú mismo recostándote junto a mi, tu rostro contra mi brazo. El aroma que penetra es tu cabello, eres tú y estás tan ahí con tus ojos de sueño, tu cuerpo de sueños, tus sueños mismos, tu abrazo de ensueño que me despierta para encontrar un nuevo orden que no comprendo. Que me tiene aun en las sillas, recostado y solo, y mis sueños te sueñan aunque estoy despierto, sólo regreso a asimilar su cuerpo. La realidad le da forma al onirismo, quien, lejos de lo aleatorio, le busca lógica a tu presencia para convencerme de ello. Y estamos juntos, y ese puño que me presiona es el tuyo. La noche avanza, se desliza placida en un cuerpo que nos abraza, concilia en este otro verbo distinto, que no sabemos pronunciar y sabemos que tiene que ver con el surrealismo y ese tacto son tus labios diciéndome “ya”. Nos besamos, pero somos otras cosas al mismo tiempo, somos uno. Lejos, pero siempre uno, indeciso, temeroso, surrealista, arte vivo y conjugado. Y conjugándose.